Marco Olmo | Leyenda

El hombre que paró el tiempo

Dirección: Paolo Casalis & Stefano Scarafia

Canal: ILCORRIDORETHERUNNER

Año: 2009 | Duración: 03:45

Video+Trail-03-03-03

“A mis victorias las llamo victorias amargas, porque cuando gano, digo que será la última vez que gane. El día que deje de hacerlo, nadie se acordará de mí”.

Nacido en el seno de una modesta familia de agricultores, huérfano de padre a los 16 años, se vio obligado a trabajar desde muy joven para ganarse la vida. En su “vida anterior”, como él decía, fue agricultor, camionero y maquinista. Empezó a competir a los 27 años, pero no fue hasta los 40 cuando empezó a ganar. Correr le dio libertad, y sus victorias le sirvieron para vengarse de un destino ante el que nada podía hacer. Sin entrenador, ni preparador físico, ni dietista, desarrollaba su resistencia día tras día, por los senderos que rodeaban su pueblo en el Piamonte durante una hora y media o dos al día, tras pasar otras ocho ininterrumpidas en su excavadora trabajando para la cercana cementera Buzzi Unicem, que se convertiría en su primer patrocinador. Su único equipo deportivo sería su mujer Renata, que le acompañaba en sus carreras y le animaba en cada avituallamiento.

Marco Olmo es una leyenda del trail running. Empezó tarde a hacerse un hueco en un mundo cada vez más competitivo, a una edad en la que todo el mundo dejaba de correr, pero correr por la montaña se convirtió en su razón de vivir, el medio para redimirse de un destino amargo. En 2006, a la edad de 58 años, con 25 años más que el último ganador de la prueba, se anotó el triunfo en UTMB, la carrera de montaña que aglutina todos los superlativos de este deporte. Una gesta nunca igualada y difícilmente igualable. Pero su idilio con la prueba reina del calendario internacional ni era casualidad, ni acabaría ahí. Al año siguiente, en 2007 y contando ya 59 primaveras, el hombre que paró el tiempo, cincelaba su leyenda con una nueva victoria en los 170 kilómetros de recorrido incomparable alrededor del macizo del Mont-Blanc. Su tesón y determinación habían escrito una de las páginas más bellas de este deporte ante la atenta mirada de las esbeltas agujas de granito que apuntan al cielo en el corazón de los Alpes.

“Nací pobre y sigo siéndolo. Corro para rehacerme. Corro para vengarme”.

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“A mis victorias las llamo victorias amargas, porque cuando gano, digo que será la última vez que gane. El día que deje de hacerlo, nadie se acordará de mí”.

Nacido en el seno de una modesta familia de agricultores, huérfano de padre a los 16 años, se vio obligado a trabajar desde muy joven para ganarse la vida. En su “vida anterior”, como él decía, fue agricultor, camionero y maquinista. Empezó a competir a los 27 años, pero no fue hasta los 40 cuando empezó a ganar. Correr le dio libertad, y sus victorias le sirvieron para vengarse de un destino ante el que nada podía hacer. Sin entrenador, ni preparador físico, ni dietista, desarrollaba su resistencia día tras día, por los senderos que rodeaban su pueblo en el Piamonte durante una hora y media o dos al día, tras pasar otras ocho ininterrumpidas en su excavadora trabajando para la cercana cementera Buzzi Unicem, que se convertiría en su primer patrocinador. Su único equipo deportivo sería su mujer Renata, que le acompañaba en sus carreras y le animaba en cada avituallamiento.

Marco Olmo es una leyenda del trail running. Empezó tarde a hacerse un hueco en un mundo cada vez más competitivo, a una edad en la que todo el mundo dejaba de correr, pero correr por la montaña se convirtió en su razón de vivir, el medio para redimirse de un destino amargo. En 2006, a la edad de 58 años, con 25 años más que el último ganador de la prueba, se anotó el triunfo en UTMB, la carrera de montaña que aglutina todos los superlativos de este deporte. Una gesta nunca igualada y difícilmente igualable. Pero su idilio con la prueba reina del calendario internacional ni era casualidad, ni acabaría ahí. Al año siguiente, en 2007 y contando ya 59 primaveras, el hombre que paró el tiempo, cincelaba su leyenda con una nueva victoria en los 170 kilómetros de recorrido incomparable alrededor del macizo del Mont-Blanc. Su tesón y determinación habían escrito una de las páginas más bellas de este deporte ante la atenta mirada de las esbeltas agujas de granito que apuntan al cielo en el corazón de los Alpes.

“Nací pobre y sigo siéndolo. Corro para rehacerme. Corro para vengarme”.

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